Buenos propósitos

YO SOY más antiguo que la cotonía. Mi única bicicleta la tuve a los 7 años: me la regalaron por mi ruidoso éxito en el examen de ingreso. Mis hermanos mayores consiguieron que fuese a su medida; el primer día de aprendizaje atropellé a un burro que transportaba leche; el segundo, a una vieja inocente; no hubo tercero. A los 11 años me pilló mi padre escribiendo a máquina con los ojos vendados. «Si no consigues tener una secretaria, habremos hecho un pan como unas hostias.» A conducir no he logrado ni examinarme: me han despedido de tres autoescuelas... El otro día escribí que la Merkel tenía un móvilveleidoso; no se puede jugar con la literatura: quería decir un teléfono pinchable, pero no sé qué es... Ni cómo es un móvil. Ejemplo: yo escribo a mano estas Troneras; las paso a mi fiel secretario, que tiene buen humor (yo así lo creo), y él las dicta a una de las secretarias de este diario, a quienes me encantaría conocer... A ratos pienso que mi primera obligación es ponerme al día; pero ¿a cuál? Si estoy en el penúltimo, lo mismo que esa secta americana. Con frecuencia, los modernos me plantean cuestiones. Yo me quedo mirándolos: por lo visto les produzco sensación de misterio; la realidad es que ignoro de qué me hablan, y si me lo figuro, me equivocaría más. Escribo esto a mis lectores, si es que me queda alguno, para garantizarles mi mejor voluntad.